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jueves, 5 de octubre de 2023

El cuento de la vasija agrietada

El cuento de la vasija agrietada

Había una vez… un viejo campesino que cada día andaba largos kilómetros para recoger agua de la fuente más cercana y transportarla a sus allegados. El hombre caminaba cada día portando en sus hombros dos vasijas, apoyadas sobre un palo.

 

Las vasijas, al igual que él, no eran inmunes al paso de los años, y también habían ido envejeciendo y deteriorándose con el paso del tiempo.

Una de las vasijas había resultado más castigada con los continuos viajes del hombre y hacía tiempo que se había agrietado, lo que hacía que perdiera cada vez más agua en los trayectos. Cierto día, la vasija agrietada le dijo al hombre:

 

– No sé si te has dado cuenta de que hace ya un tiempo que tengo grietas y que no sirvo para mucho… Mientras la otra vasija hace largos y largos kilómetros llevando toda la cantidad de agua que le echas yo, sin embargo, pierdo cada día más de la mitad del agua por el camino. Creo que lo mejor para ti sería que me abandonaras y me cambiaras por otra vasija que hiciera la labor que tú te mereces.

 

El valor de la imperfección

 

El hombre se paró, dejó con delicadeza las vasijas en el suelo y le dijo a la vasija agrietada:

 

– ¿Tú te has podido fijar en lo que ha pasado desde que te empezaste a agrietar hasta la fecha de hoy? ¿Te has fijado en el camino que juntos hacemos cada día?

 

La vasija se quedó pensativa por un momento y, resignada, contestó:

– No, yo solo sé que no sirvo para nada pues no soy capaz de hacer la única función que se supone tengo que hacer. De verdad, pienso que deberías cambiarme por otra.

 

El hombre la miró fijamente y le dijo a la vasija:


– Escucha atentamente, vieja amiga. Cada día, desde que te empezaste a agrietar por el lado derecho de mi hombro, por todo el camino que juntos recorremos, planté unas semillas, que como podrás comprobar no solo me alegran el paseo cada día con los colores y olores que desprenden las plantas, sino que además han dado sus frutos y me permiten a mí y a otros recogerlos y llevar alimentos a nuestras familias. ¿Y gracias a qué? ¿Sabes a qué? Gracias al agua que tú misma has ido derramando por el camino. Debes estar orgullosa de lo que eres.

 

Fuente: EL CUENTO DE LA VASIJA AGRIETADA - Kamira

 

 

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