Si quieres saber quién es
Mundito…dale un carguito
Es muy conocido por todos el
refrán que dice “si quieres
saber quién es Mundito, dale un carguito”, el cual alude a
quienes sintiéndose elevados en poder son al mismo tiempo incapaces de medir el
daño colateral que pueda producir su voluntad, precisamente, de poder.
Hace poco
visité una oficina pública y allí fui testigo del maltrato que le fue dispensado
a una humilde mujer por un funcionario público de tercera categoría, viéndome
obligada a intervenir a su favor sin conocerla, pues no pude resistirme a la
idea de hacerle entender a ese otro “Mundito”, pues andan muchos por ahí, que
como funcionario público su actuación debe estar dirigida a satisfacer
necesidades de interés general, o sea de los administrados, y no a demostrar
quién es el jefe.
La
experiencia que antecede me motivó a hacer esta reflexión sobre la
idiosincrasia del “Mundito” dominicano, personaje al cual el poder lo hace
creer dueño y señor del universo, en perjuicio de la realización de los fines
del Estado. Y que conste que este análisis engloba a toda clase de funcionario
público.
“Mundito”
cuando accede al cargo cambia su carácter hacia la prepotencia sobre los demás
seres humanos. La prepotencia es la cualidad de sentirse poderoso, dominador de
quienes nos rodean. Este tipo
de personas no saben aceptar un NO por respuesta ante ninguna situación, aunque
parezca que están en capacidad de comprenderla, realmente casi nunca la
aceptan, ni tampoco que el resto de la gente no piense, ni sea como ellos. Por
lo general, “Mundito” queda atrapado en las redes de su prepotencia y se ha
dejado embriagar y obnubilar por su dulce aroma a “jefismo”.
Es una
situación penosamente común en la función y en el servicio públicos, cuando
debiera ser todo lo contrario, pues ha de suponerse que a la función pública se
va a servir y no a servirse, más aún cuando al asumirse una función pública, y
hasta privada, el asunto no se limita a demostrar quién es el jefe. Solo el
“hombre fáustico” tiene ese tipo de mentalidad.
Cada vez que
observo a un “Mundito” no puedo evitar remitirme a algunos libros que Dios ha
permitido que yo lea. En efecto, todo “Mundito” debe urgentemente leer el libro
de Spencer Johnson titulado “Quien se ha llevado mi queso” en la cual se
aprende a adaptarse a un mundo cambiante en el que nos mueven el “queso” sin
parar y en el que las personas de mentalidades posesivas terminan siendo los
perdedores. Mientras que en el pasado queríamos empleados leales, hoy
necesitamos personas flexibles que no sean posesivas con “la manera de hacer
las cosas aquí”. “A los
perdedores les afecta el cambio. Por el contrario, los ganadores son los que
generan y lideran los cambios”.
Por igual,
todo “Mundito” tampoco conoce, o por lo menos nada aprendió si lo leyó, de un
libro esencial, publicado en 1918: “La Decadencia de Occidente” de Oswald
Spengler, en el que su autor toma prestado el personaje de Goethe, que se llama
“Fausto”. Ese hombre era un sabio que un día se cansó del polvo de los libros y
de las soledades de las bibliotecas. Fue visitado por el Diablo encarnado por
Mefistófeles, quien le ofrece a Fausto devolverle la juventud, las ansias de
vivir, de conquistar los placeres del mundo y todas sus tentaciones a cambio de
un pacto, por el cual vende su alma y Fausto acepta.
De ahí que
surgiera la caracterización del “hombre fáustico” como aquel que sólo piensa en
el poder, sin reparar en el daño que esa voluntad avasallante de gloria, pueda
llegar a producir. Voy directamente a algunos de sus pasajes: Fausto declara…”no trato de
buscar la felicidad. Quiero el vértigo que ciega, los placeres que dañan, el
amor que participa del odio, el pesar que deleita”.
Sigue
diciendo Fausto…”Mi corazón
curado de la fiebre del saber, debe saborear toda clase de dolores; quiero
sentir todo cuanto los demás hombres han sentido; quiero experimentar, como
ellos, lo que tiene de sublime el gozo y el dolor; acumular en mi seno el bien
el mal”.
Más
llanamente hablando, “mundito” o “el hombre fáustico” se cree superior y
merecedor de lisonjas, pero no se da cuenta que allá donde va, acaba apestando
nauseabundamente, y para colmo de males, existen personas aduladoras y serviles
que los mantienen en el auto engaño, complaciéndolos pero en función de sus
propios intereses personales. Pero “Mundito” está tan borracho de poder que no
repara en esto último.
Sencillamente
“Mundito” está ciego porque lo quiere todo. Es insaciable. El vértigo lo
absorbe. No tiene otro objetivo que el placer, el éxito, la autosatisfacción.
Su ego, crecido por el poder que posee, lo coloca muy lejos de la frase
lapidaria pronunciada por John Fitzgerald Kennedy, trigésimo quinto Presidente
de los Estados Unidos, cuando conversando con un ciudadano le dijo: “No
preguntes qué puede hacer tu país por ti. Pregunta qué puedes hacer por tu
país”.
Frente a ese
panorama “mundito el fáustico” que se ha elevado en la soberbia y la
prepotencia, tarde o temprano habrá de encarnar a la ley de la gravedad que se
resume en: todo lo que sube tiene que bajar. Y cuando llega ese momento cabría
que “Mundito” se preguntara: ¿Y ahora qué?
Fuente: Si quieres saber quién es
Mundito…dale un carguito | Acento
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