El cuento de la vasija agrietada
Había una vez… un viejo campesino que cada
día andaba largos kilómetros para recoger agua de la fuente más cercana y
transportarla a sus allegados. El hombre caminaba cada día portando en sus
hombros dos vasijas, apoyadas sobre un palo.
Las vasijas,
al igual que él, no eran inmunes al paso de los años, y también
habían ido envejeciendo y deteriorándose
con el paso del tiempo.
Una de las vasijas había resultado más
castigada con los continuos viajes del hombre y hacía tiempo que se había
agrietado,
lo que hacía que perdiera cada vez más agua en los trayectos. Cierto día, la
vasija agrietada le dijo al hombre:
– No sé si te
has dado cuenta de que hace ya un
tiempo que tengo grietas y que no sirvo para mucho… Mientras la
otra vasija hace largos y largos kilómetros llevando toda la cantidad de agua
que le echas yo, sin embargo, pierdo cada día más de la mitad del agua por el
camino. Creo que lo mejor para ti sería que me abandonaras y me cambiaras por
otra vasija que hiciera la labor que tú te mereces.
El valor de la
imperfección
El hombre se
paró, dejó con delicadeza las vasijas en el suelo y le dijo a la vasija
agrietada:
– ¿Tú te has
podido fijar en lo que ha pasado desde que te empezaste a agrietar hasta la
fecha de hoy? ¿Te has fijado en el camino que juntos
hacemos cada día?
La vasija se
quedó pensativa por un momento y, resignada, contestó:
– No, yo solo sé
que no sirvo para nada pues no soy capaz
de hacer la única función que se supone tengo que hacer. De verdad,
pienso que deberías cambiarme por otra.
El hombre la
miró fijamente y le dijo a la vasija:
– Escucha
atentamente, vieja amiga. Cada día, desde que te empezaste a agrietar por el
lado derecho de mi hombro, por todo el
camino que juntos recorremos, planté unas semillas, que como
podrás comprobar no solo me alegran el paseo cada día con los colores y olores
que desprenden las plantas, sino que además han dado sus frutos y me permiten a
mí y a otros recogerlos y llevar alimentos a nuestras familias. ¿Y gracias a
qué? ¿Sabes a qué? Gracias al agua que tú misma has ido derramando por el
camino. Debes estar orgullosa de lo que eres.
Fuente: EL CUENTO DE LA VASIJA AGRIETADA - Kamira
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