La excelencia como calidad de vida se compone de principios y reglas estrictas, un compromiso de liderazgo y la capacidad de reinventarse a uno mismo.
La mejor experiencia para un ser humano es renovarse, sentirse como nuevo. Es una sensación que viene casi siempre después de un gran dolor o de una gran experiencia.
Es como cuando quieres conocer algo, tienes que deconstruirlo, o sea el proceso contrario de construir, pero con análisis y de manera más o menos metódica. Considero que toda persona debería hacerlo en su vida, desarmar las capas y su propia estructura, para encontrar lo que está debajo, lo que te hace actuar bien o mal.
Se aprende, no es fácil, pero se puede, En un proceso así lo más importante es la reflexión, ver cómo eres en realidad, enfrentarte a tus miedos y volver a enfrentarlos. Luego de este proceso, que es doloroso como todo proceso, puedes recoger lo pedazos y reinventarte, después podrá construir tu nuevo tú, de maneras inimaginables, con más dedicación, con más conocimiento, con más confianza.
Reinventarse es un compromiso serio, no es algo para los débiles, porque te cuestiona cada cosa de la que estabas seguro o que te daba seguridad. Te destruyen más las estructuras y falsos ídolos que el proceso de construcción. Porque ahora te enfrentas a lo que quisieras de ti, lo que quisieras ser y lo que no eras o lo que eras. Aquí la cosa se pone difícil, porque de nada sirve conformarse con un simple cambio, aunque sigas siendo el mismo. Si lo quieres hacer, el compromiso contigo es grande y no va a ser fácil.
Si en algún momento has sentido la necesidad de reformar tu vida, porque estás insatisfecho, aprovecha este impulso y realiza ese cambio.
Si en algún momento has sentido la necesidad de reformar tu vida, porque estás insatisfecho, aprovecha este impulso y realiza ese cambio.
La insatisfacción nace de nuestra incapacidad de vivir con excelencia, y nos llena de frustración, que nace de nuestro egoísmo caprichoso.
La plenitud es vivir la excelencia, es estar satisfecho, es saberse el dueño del imperio de uno mismo, es amarse a sí mismo y ofrecerse al servicio de los demás, primordialmente a los que tenemos más cerca.
El cambio es una constante de vida, la vida es un movimiento permanente, pero el tiempo y el destino están en nuestras manos, el cambio debe ser dirigido por nuestra propia voluntad.
El camino que tomemos pude acercarnos o alejarnos de los demás, si es bueno, nos acercará, si es malo, nos alejará.
Nuestra capacidad de reinventarnos es nuestra capacidad de cambiar, estar más cerca de los demás implica ser deseados a los ojos de las personas; si damos lo mejor de nosotros seremos apreciados y deseados, extrañados y amados, nos habremos reinventado a los ojos de los demás.
Cuando la gente nos acepta es porque somos agradables, positivos, útiles; la gente desea que estemos cerca porque damos soluciones y nuestra presencia irradia satisfacción, ilusión, alegría, porque somos auténticos y nos mostramos como somos, esto nos acerca a los demás.
La prueba de fuego llega cuando vemos hacia adentro de nosotros mismos, cuando nos buscamos a nosotros, ahí dentro debemos buscar los que nos anima: ambición, poder, dinero, placer, nada, vacío, la excelencia.
Si dentro de mí he descubierto lo que me anima, entonces he descubierto quien soy yo, porque lo que me anima es lo que yo soy, si lo que me anima es la pasión por ser excelente entonces seré excelente, es la capacidad de ser mejor.
El rumbo de la excelencia está trazado por los valores, la verdad, la bondad, la belleza, la superación personal y el bien común.
La intención de cambiar no es suficiente, el cambio debe pasar del corazón a las manos, para entregar a todos lo mejor de uno mismo, para crear una cultura de excelencia.
Los hábitos de excelencia deben ser adecuados a las necesidades de aquellos con quienes nos relacionamos. En el darnos a los demás está la excelencia, en el hacerlo hasta que duela, para que esté bien hecho, en el servir, en el hacerlo bien, con pasión, con ilusión.
La excelencia es una manera permanente de ser, es hacer las cosas bien, sin errores, con actitud y voluntad de servir.
El liderazgo comienza con nuestro propio convencimiento de que buscamos la excelencia como forma de vida, por el bien que nos otorga a nosotros mismos y los que nos rodean.
Si nos convencemos de adoptar la excelencia como forma de vida, con pasión, entonces ya está en nosotros la capacidad de ser líderes.
La perfección no existe, no es propia de los hombres, pero la excelencia y la mejora continua son capacidades a nuestro alcance.
El cambio empieza por nuestras actitudes, pero si cambiamos de actitud nos acercamos al cambio de hábitos. Esta es la clave para ser líderes de este siglo.
Escrito por el Lic. Andy Durán Peralta
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